Marzo de 2025
Queridos desconocidos, queridos amigos, querido Vietnam:
Escribo esto desde el asiento trasero de un autobús nocturno que huele a hierba limón y sal, con la piel aún caliente por el sol de la Ruta y los ojos llenos de atardeceres que no caben en ninguna foto.
Motorbeach Viajes nos prometió una aventura, pero no nos advirtió de que, en algún momento entre el barro y el café con especias de Hanoi, dejaríamos de ser unos extraños para convertirnos en algo más difícil de definir: una tribu accidental.
Lo Que Aprendimos (Y Nunca Olvidaremos)
Que las motos no son vehículos, sino extensiones del cuerpo, aunque esto creo ya lo llevábamos molido de casa.
Pues a la tercera curva empinada en uno de los mil puertos ya subidos, cuando el sudor nos nublaba la vista y Pau susurraba «¡Quien muera pierde!», entendimos por qué los vietnamitas sonreían al vernos pasar.
Porque dominar una Honda en un camino de tierra no es cuestión de técnica, sino de fe. Y porque caerse (y levantarse) une más que cualquier brindis.
Que el silencio también habla.
En Vietnam, mientras observamos a una abuela a secar arroz en esterillas de bambú, nadie necesitó traductor.
Sus manos arrugadas moviéndose como pájaros, el sonido del grano cayendo… A veces la felicidad huele a cereal tostado y suena a risa muda.
Que las averías son regalos.
Cuando una de nuestras motos decidió morir junto al camino. Allí, entre mosquitos y cervezas de desconocido nombre, calientes, descubrimos que la paciencia sabe mejor cuando se comparte.
Habíamos venido a buscar paisajes, pero encontramos pedazos de nosotros mismos que habíamos dejado olvidados en alguna oficina, en alguna pantalla, en alguna vida demasiado quieta.
Gracias (Por Todo Lo Invisible)
Gracias a nuestros guías, a la paciencia de los que consiguieron esperar tras cada cruce.
A los niños que esperaban en cada curva para chocar las cinco con una sonrisa diferente.
A las abuelas que nos alimentaron con arroz algo de perro y miradas cómplices.
Y a vosotros, compañeros de ruta, por recordarme que la vida no se mide en kilómetros, sino en los momentos que te obligan a parar el motor y respirar hondo.
Vietnam sigue ahí, igual que nuestras motos que prestaron oficio (con sus nuevos golpes y sus historias pegadas al chasis).
Y aunque ahora estemos repartidos entre Mallorca, Sevilla, Segovia, México, Toledo, Barcelona, Asturias, Madrid... sé que cuando escuchemos el ruido de un motor en la distancia, por un segundo, volveremos a estar en aquel camino de tierra, con el polvo en los dientes y el corazón ligero.
Con gratitud infinita, desde el equipo de Motorbeach Viajes, mil gracias por elegirnos, por vivir codo con codo cada instante irrepetible, cada mirada cómplice y lo que es mejor aún, todo lo que la vida nos tiene preparado.